Las ecoetiquetas no son perfectas, debemos ser honestos.
Las certificaciones no son un remedio milagroso y no pueden garantizar que las cadenas de suministro y productos son cien por ciento libres de trabajo infantil, deforestación o cualquier otro impacto negativo, situaciones antes las que se espera que las certificaciones presenten una lucha. Las marcas, los esquemas y los organismos de certificación deberían ser más explícitos sobre lo que las etiquetas ecológicas pueden hacer y lo que no pueden hacer.
Por Peter Feilberg, Director Ejecutivo, Preferred by Nature
Para algunos consumidores, quizás sea una sorpresa que el cacao en la barra de chocolate que compran en su tienda local podría haber sido recolectado por niños.
Muchas de las industrias agrícolas que alimentan las cadenas de suministro mundiales con productos como el cacao, el café, el azúcar, el arroz, los bananos y la soja -incluidos las que llevan sellos éticos y sostenibles en sus envases- están luchando con problemas éticos muy arraigados.
Una y otra vez, los documentalistas y los periodistas investigativos revelarán la hipocresía de las marcas de consumo multinacionales que promocionan sus productos con la garantía de que no se ha hecho ningún daño, a pesar de que una simple búsqueda en Google mostrará una plétora de males relacionados con la producción de la gran mayoría de los alimentos que importamos y comemos.
Normalmente es algo como esto: Niños trabajadores descubiertos en una plantación que provee sus productos a una Gran Marca. El experto proporciona documentación científica. El agitado presentador intenta confrontar a los dueños de la Gran Marca quienes se esconden en una oficina de vidrio y acero. Y, finalmente, algún político hará promesas imposibles de cumplir.
En algún lugar de la compleja interacción entre las fuerzas del mercado, la marca, el crecimiento explosivo de la industria de la certificación y la sensación mediática, las falsas promesas de cadenas de suministro perfectas y las garantías éticas a prueba de balas se han convertido en el rey. Y en lugar de buscar medidas a largo plazo y un cambio real, estas historias para hacerles "sentir mal" - y empaquetadas como infroentretenimiento en la hora de mayor audiencia- están desviando la atención de las causas reales convirtiendo la exposición de la hipocresía en la principal narrativa.
La certificación y el ecoetiquetado, un sistema creado a finales de la década de 1980 para resolver muchos de estos problemas, ha demostrado claramente que no es la bala de plata que se esperaba. Los proveedores saben esto y las marcas lo saben también. Y los auditores que trabajan en la industria de la certificación son dolorosamente conscientes de esto. Después de todo, los niños trabajadores siguen luchando en África Occidental, los recolectores de bananos en América Central siguen siendo muy pobres y la soja y el aceite de palma sigue causando una gran deforestación.
Las cadenas de suministro globalizadas y la desigualdad estructural - creada en parte por las políticas neoliberales de las últimas tres décadas - presentan una realidad en la cual para muchos trabajadores de las plantaciones el comprar una taza de café que ellos mismos recolectaron, significaría utilizar el salario de todo un día, mientras que los niños trabajadores del África Occidental tal vez nunca puedan probar las barras de chocolate para las cuales ellos mismos recolectan el cacao.
Contrariamente a estas duras realidades, y a pesar de las muchas debilidades de una industria aún joven, las etiquetas ecológicas están marcando la diferencia y también lo hace la gente que ha elegido trabajar con ellas para ganarse la vida.
Lo que una certificación puede hacer
Nuestros auditores están ocupados todo el año visitando las cerca de 800,000 granjas y bosques que hemos certificado en más de 100 países. No es exagerado describirlos como trabajadores de primera línea en la lucha contra los desafíos sociales y climáticos asociados con el flujo mundial de productos. Ellos cuentan con la formación necesaria para identificar los problemas fundamentales y disponen de una verdadera herramienta - la certificación - para reducir el riesgo de trabajo infantil, como un ejemplo. Sin embargo, no pueden estar en todas partes todo el tiempo.
La certificación puede compararse con el tener una licencia de conducir. Para obtenerla, los agricultores deben demostrar que conocen las normas de circulación y que pueden cumplirlas en la práctica. Sin embargo, un permiso de conducir no garantiza que los titulares cumplan siempre las normas. A veces conducen demasiado rápido o cruzan un semáforo en rojo. Nuestros auditores son como la policía de tráfico, que comprueban que las reglas se cumplen. En los casos graves, el permiso de conducir (el certificado) es revocado - en los casos menos graves, se emite una multa. La policía de tráfico no garantiza que la ley de tráfico se cumpla siempre, pero no hay duda que los oficiales se aseguran de que muchos más sigan las reglas. Lo mismo ocurre con nuestras auditorías.
Su impacto no es solamente para algunos
Contrario a la narración de la hipocresía, la certificación está elevando los estándares en todos los ámbitos con el objetivo de lograr impactos a largo plazo y que sean duraderos. Y el volumen cuenta. Cuando las empresas, o incluso los gobiernos, intentan crear sus propios esquemas a menudo fracasan. Con las empresas, existe por supuesto una sospecha natural de parcialidad y de lavado verde, pero ni siquiera los gobiernos son capaces de crear el impacto que han logrado los esquemas de certificación mundial como Rainforest Alliance (RA) y el Forest Stewardship Council (FSC). Después de todo, el aumentar el salario promedio para miles de personas por unos pocos centavos la hora tiene un impacto mayor que aumentarlo por unos pocos dólares para unos cientos.
La certificación no es una garantía que el cien por ciento que los bosques, tierras agrícolas y plantaciones son perfectamente gestionadas o manejadas o de que no existe el trabajo infantil. Tampoco las grandes marcas, ni los esquemas de certificación podrán ser capaces de mantener dichas promesas. Debemos ser honestos para que podamos mejorar lo que tenemos.